El jardín de los Gruñidos
Caminar entre las tiendas de campaña y las chabolas no era cómodo, a cada paso sentía que violaba la intimidad de sus habitantes, sus mundos estaban a unos milímetros de tela de separación del exterior, el frío, la humedad, y las miradas no deseadas entraban y salían de las tiendas con total impunidad... No era un lugar que me agradase lo más mínimo, pero no tenía muchas opciones a parte de seguir caminando sin destino.
La noche estaba casi encima, el intenso atardecer asomaba tras las nubes en el horizonte, tiñendo todas las tiendas y los embarrados caminos de un naranja otoñal, momentos de extrema belleza dentro del más absoluto y desesperante caos. Un caos pausado y silencioso que dolía tanto como la más poderosa de las tempestades.
Mientras caminaba deslumbrado por el sol suicida que caía sin miedo sobre el océano horizontal vi a una chica. Era de fuego, fuego de su pelo, fuego del sol. Era fuego no sólo en su exterior, más tarde descubrí que también había fuego en sus palabras. Su cabello pelirrojo se encendía sin control a causa de los brillos solares. Nunca se me había dado bien iniciar conversaciones, algo tan simple cómo decir "hola" era para mí toda una odisea. Tenía la aptitud de un matemático, teórico del caos que no sabe sumar. Pretender lo complejo sin entender lo simple es siempre un problema.
Pero dada la situación, y una vez perdida toda esperanza no fue tan complicado hacer uso de la libertad.
-Hola, me llamo Raven. ¿Sabes donde podría encontrar comida y refugio ?
-Mmm Comida y refugio... Es curioso que preguntes por esas cosas, todo el mundo sabe que en este lugar no existe refugio, buscar aquí seguridad y tranquilidad es como pescar en el desierto. Así que supongo que si estás en este lugar...no es precisamente buscando un refugio.
-No exactamente, pero no puedo pasar la noche fuera, tengo que descansar para aclarar mis ideas. Tengo que pensar a dónde ir, qué hacer...
-Me parece que piensas demasiado, eres de los que nunca están aquí, de los que siempre están en su cabeza. De todas formas sígueme, cuando la luz se va todo el mundo se reúne en las carpas cerca del jardín de los gruñidos. Aquí nadie duerme, nadie come. Aquí nunca se descansa. Te llevaré para que veas y entiendas.
Caminamos durante bastante tiempo, hasta que en el horizonte aparecieron grandes carpas blancas, bastante descuidadas. La música sonaba muy fuerte y algunas luces bailaban peligrosamente mirando al cielo, cruzándose y peleando cómo espadas de luz. El camino serpenteaba entre las tiendas, que cada vez eran menos y en peores condiciones, conforme nos íbamos acercando a nuestro destino.
Por todo el camino, había gente sentada, con la mirada perdida en condiciones infrahumanas. Parecía que veían sin mirar, parecía que ya no existían dentro de ellos mismos. Que habían volado fuera de sus cuerpos a través de sus dilatadas pupilas. Su aspecto era triste, pero no parecían sufrir, ni tener miedo.
-Por mucho que los mires, ellos no te van a ver. Cada noche, en las carpas las mentes saltan al espejismo, las sustancias de los sueños fluyen y todos tratan de salir del barro. Son cómo hormigas entre la hierba que quieren ver las estrellas, cada vez que fluyen sus sueños y suben hasta la punta de la hoja más alta a la que pueden llegar, alzan sus brazos para tocar las estrellas. Pero terminan cayendo al vacío. Y así noche tras noche. Algunos nunca se recuperan de esas caídas, y quedan para siempre ausentes con la mirada perdida.
-¿Por qué lo hacen, qué esperan conseguir con todo eso?
-No hay razones absolutas para llegar a este punto. Creo que las circunstancias, las experiencias, y un sin fin de cosas... Cuando llega el momento dado nos dan el "cleep", pero ante todo hay que estar dispuestos, y sino queremos dejar que ninguna nube nos trague, tendremos que someternos hasta las sombras de nosotros mismos. Cuando llega el momento y no estamos dispuestos al cambio, cuando no saltamos del tren en la estación de nuestros sueños, el tren vuelve a acelerar y el resto del viaje lo pasamos fantaseando con haber saltado, quedamos atrapados en el pasado. Ellos y quizás nosotros estamos en esa misma situación. Por eso vamos a las carpas, la hierba más alta de este jardín salvaje que rodea los muros de la ciudad negra.
-Vamos, hay que darse prisa ya está casi apunto de comenzar, por cierto, aún no me he presentado, soy Lisensa
Tras estas palabras Lisensa aceleró el paso hasta que llegamos a la zona más alta frente a la muralla. Estaba compuesta por una colina muy suave que miraba de un lado al horizonte oceánico y del otro a la negra muralla de la ciudad.
Varios cientos de metros alrededor de la colina no había tiendas de campaña, sólo algunos puestos donde parecía que no vendían nada pero en los que la gente hacia pequeñas colas. La cima de la colina estaba coronada por tres grandes carpas, de las que salía la música con una fuerza terrible que hacia temblar el suelo.
Dentro, las almas y las mentes se contorsionaban, caían y se levantaban. Los cuerpos pululaban llenos de sudor mientras las mandíbulas bailaban otro ritmo que sus dueños. En todos lados la gente dilataba sus pupilas como si quisiesen vomitar su alma a través de sus ojos. Cada vez tenía menos claro el querer entrar, fui poco a poco reduciendo el paso hasta casi pararme, entonces Lisensa se giró y me miró
- Algo me dice que no debo entrar ahí, la gente que veo se ha perdido. Pero no perdido como pueda estarlo yo ahora mismo, están perdidos incluso dentro de si mismos, no se que ocurre ahí dentro, pero no creo que entrar sea una buena idea.
-Es increíble como nos desbordamos a veces ante situaciones, que más que nada tienen que ver con nosotros mismos, algo dentro de nosotros nos da señales de alarma , algo grita en nuestro interior que reclama atención, y todo depende de nosotros. Ahora estás perdido, solo, dudas de la misma realidad, dudas de lo que ves, de lo que sientes. Pero ante tanta duda, lo único que prevalece en ti es el miedo. No la curiosidad. la esperanza, el cansancio, o cualquier otra actitud. Sólo te dejas llevar por el miedo. El miedo a la sala de fiestas, el miedo al fuego, el miedo a la soledad, al espacio cerrado, el miedo a perderte, incluso el miedo a ser feliz. El miedo no es motor de nada, el miedo es el freno universal. Y tu parece que te has convertido en todo un experto en frenar.
-Pero mira esa gente.. tengo que pensar lo que voy a hacer, aclarar mis ideas, no se que es lo que debo hacer...
-¿Lo que debes hacer? Pero si nunca has hecho nada, dejarse arrastrar por la corriente no es hacer, es "no-hacer" estás dejando marcar tu vida por las decisiones que NO tomas, por eso siempre entre hacer o no hacer, ¡ siempre hacer ! ¡ Acción, acción, acción ! ¡ Vamos !
Las carpas estaban rodeadas por el jardín de los gruñidos, allí la gente que había agotado todas sus fuerzas descansaban en un extraño estado, gruñían pues aún con sus cuerpos consumidos y sin fuerzas, sus mentes estaban completamente llenas de fuerzas. Esta situación los obligaba a salir de sus cuerpos, a quedar catatónicos, a soñar despiertos y disociarse casi completamente.
Sentía un miedo nuevo, un nerviosismo terrible, en mi estómago las ansias se mezclaban con el miedo a lo desconocido, la noche ya había caído casi completamente y dentro de las carpas las luces, la música electrónica y los cuerpos casi autómatas se mezclaban en un nuevo estado de la materia. Dudé durante unos instantes, pensé en todo lo que había pasado hasta ese momento, sentí un mundo de desconsuelo en mis entrañas, entonces Lisensa me cogió de la mano y dijo:
-Vamos, ¿qué puede pasarnos?, ! no te adelantes ! Ese es tu problema, nunca estas aquí, siempre estas mas allá o sumergido en tus miedos y dolores anteriores. Ahora estamos aquí enfrenta lo que tienes delante, disfruta. Sabes, si caminas lo suficiente, llegaras a alguna parte. Pero si sigues así, siempre estarás a la merced de la corriente, y probablemente no llegues a ningún sitio, terminarás donde termina todo lo que la corriente arrastra, en un mundo de escombros y caos. Pues no todos los que se dejan llevar terminan en una isla tropical, algunos ni tan siquiera vuelven a tocar tierra.
Dicho esto, tiró de mi mano y entramos en las entrañas de la noche, los sonidos, los gruñidos, las luces... Todo comenzó a girar, sentí como el cansancio el dolor, las dudas y mis miedos desaparecían, me alcé de mi cuerpo a la inconsciencia más consciente que jamás hubiese sentido, me vi a mi mismo y él me vio a mi. Nos miramos y conversamos como antaño.
muchas veces necesitamos de manos amigas para ese pequeño/gran empujón.. para vencer el miedo
ResponderEliminarMuchas, muchas. Demasiadas veces.
ResponderEliminarRaven, Raven ,"te gustas" escribiendo, tramposo ;)...y no me extraña. Lo haces rematadamente bien...pero eso ya lo sabes.
ResponderEliminarTe diría más cosas, sobre todo tras estas últimas entradas que han sido "jloriosas". Hablaríamos sobre trayectorias académicas, sobre la máquina de picar carne _cerebros_ que es en realidad un sistema educativo que, precisamente por ser "igual" para todos es intrínsecamente, ya no digo injusto ( qué "moral" es ese término), sino perfectamente disfuncional, ineficaz y arruinavidas...Y este relato es sencillamente delicioso. Lo he disfrutado. Y, la verdad, llegado a cierto punto, _como creo que dice en algún programa de radio R. Trecet_ "buscar la belleza es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo".
Gracias, Raven!
El nombre del personaje requiere de algo de "deux ex machina" Y es que, cuando por 2006 o 2007 escribí el primero de los relatos, usaba otro nick, y al personaje le dejé ese casi como si fuese mi alter ego. Pero ahora, ocupando el mismo nick, ¡ suena muy egocéntrico ! Ya veremos cómo sigue la cosa...
ResponderEliminarRespecto a lo demás, después del día que llevo, creo que este comentario ha sido casi mi única alegría ! Además de ser siempre un honor que me comenten, en especial gente que tiene la cabeza "más allá" de donde la tienen los demás.