Tengo una caja de truenos.
Una caja llena de dolor
Como una inyección de atropina
por si me paras el corazón.
Mi corazón, vive fuera mía
y es cosa de dos.
Mi corazón vive en su cuerpo
Y de él siento el dolor.
Más su mente no lo sabe
pero nada bueno surge de esa acción
Como el cachorro que se asoma al balcón
como la nube que quiere ser vapor
como la nieve que ansia ser bebida con ron.
Este dolor hace años que no sentía, pero ahora soy otro distinto, siendo el mismo. Se qué implica, lo se para los dos. Se lo que es perder a alguien, se lo que es que se pierdan dos. Se a lo que lleva y no es más que a un mundo de soledad y desolación. No vuelve a existir la calma ni la paz en una habitación, los besos de nadie son como los de dos. Los abrazos vacíos que hielan el corazón. La ilusión ilusa cayendo por la cornisa del balcón. Dejando a su paso la puta realidad, lo vacío, lo plano y lo egoísta del miedo hecho capricho.
Siempre es él, siempre es el miedo el que empuja a esta situación, lo hace bien, se disfraza de curiosidad, se disfraza de algo sin peligro se disfraza de casualidad. Se disfraza de olvido y de una falsa realidad. Se disfraza el muy cabrón, hasta que te deja sólo. Cuando así es se quita la capucha y se muestra como es, un engendro. Y se acaba la curiosidad, y se acaba la falsa ilusión de insensibilidad, y se acaba todo para ahora no tener abrazos reales ni quien escuche tu dolor y lama tus heridas.
Ya lo viví una vez, ya me engañó una vez, ya me encontré una vez desnudo, solo y muerto de frío y temblando y desesperado y perdido frente a él mientras reía. Y no fui yo sólo el que quedo solo. Tambien mis alas separadas de mi se quedaron solas, un órgano que ni tenía realmente. Y su soledad fue también mía. Y nuestras soledades separadas no se acompañaron. Sufrí la mía y la de mis alas. Las dos y así pasé años yo sólo y encarnando la soledad. Y mis alas solas y dañándose para dejar de estarlo.
Fue el miedo, estúpido e insulso, que se disfraza de tantas cosas. Pero ahora le veo, no se camufla lo suficiente para que pueda ver qué pretende, destruir algo. Esperar a que crezca como un árbol enorme para que sea más espectacular su caída. Aquí viene el miedo, disfrazado para destruirnos y separar todo. aquí viene el dolor que es su arma favorita bajo ese disfraz perfecto. Aquí viene a dar un corte tan profundo al árbol que ya nunca vuelva a brotar. Aquí vuelve porque él no se rinde.
Y esta vez le arrancaré su disfraz, y a mal humano ha ido a engañar, una vez y no más, y si me destrozo que sea luchando y no por pasividad. La vida es corta y mis inversiones valiosas, a veces más valiosas que la propia vida.