Es genial, pues mi problemas de ayer de hoy y de mañana están cubiertos de una densa neblina, mis ojos se cierran más de la normal, como cuando brilla el sol... Pongo sigur rós, me preparo una tila doble, hagamos de este estado de ensueño algo exponencial.
Podría hablar de algo que importa, y quejarme sobre la facultad y los nuevos problemas que me va a traer.
Podría hablar de mis ganas de luchar hasta la última gota de sangre que cual encefalograma varía al puro estilo del coseno. De uno a menos uno, pasando por el neutral y exótico cero.
Hablar de vida social, pulsar las teclas invocando el caos, dejar brotar odio... Pero no, hoy voy a improvisar confesando miedos, y dejando que la niebla de mi cansancio los difumine...
Ser sincero con uno mismo, es la segunda vez que digo esa frase en este blog. Pero os diré que es imposible. No se puede ser sincero de verdad cuando no se conocen los datos, cuando no se es adivino, cuando todo se basa en sensaciones abstractas. Aún así se puede uno aproximar al límite de la sinceridad cuando esta tiende a infinito.
Me he buscado situaciones difíciles dentro de lo racional, pero rozando con lo imposible. Las he convertido en etéreas y enormes. Las he adornado y he escrito historias mentales sobre ellas. Las he convertido en conditio sine qua non mi felicidad no puede coexistir conmigo.
Es una manía muy fea...buscar algo que te haga feliz, y subirlo a la estantería del casi infinito. Pasarte las tardes pensando en como alcanzarlo, sopesando los pros y contras de caerte, de romperlo....
Estos meses he tenido una sensación muy extraña para contigo. Por un lado el no tener conexión apenas, pero por el otro pensarte muy a menudo. Es una extraña dicotomía biomagnética. Difícil de explicar sin manchar el teclado de sangre. Pero todas o casi todas las películas tienen finales terribles. Aunque es una aproximación a la sensación.
Siempre he pensado que las cosas son geniales por el momento y no por la acción, quiero decir. Charles Babbage, inventó el concepto de ordenador programable en Mil ochocientos, sin mayor gloría, y ahora.... El mundo muchas veces no está listo para según que cosas, acertar en el momento es la clave. O eso es lo que siempre nos dan a entender en el cine y la literatura.
Un poco más rápido y te pasas, un poco más lento y no llegas. Y he aquí la excusa... Disfrazar miedos que se curan, autoestimas que se recuperan y paranoias que se pasan por Ockham. Por complicadas mediciones, la forma perfecta de nunca dar ni un sólo paso.
Pero una cosa es segura. Hay cosas para las que uno, nunca se siente lo suficientemente preparado. La muerte es quizás una, y la otra sin dudad es la vida. Y todo lo demás...es vodevil.
Con vuestro permiso, voy a voler a poner este vídeo, aunque no tenga que ver con lo que he estado escuchando mientras escribía.