sábado, 14 de enero de 2012

Miedos inevitables.




Me veo a mi mismo mirando desde la última planta de mi antiguo colegio, estoy en quinto de primaria. Miro el cielo azul sobre las miles de casas que constituyen el centro sevillano, incluso al fondo diviso el campo cortado por las innumerables iglesias que aliñan el horizonte.

Mis ojos tienen un miedo tranquilo, un miedo ante lo inconmensurable, da igual que mire el cielo y sus estrellas, el océano que no tienen fin o a mi madre hacer de comer. Es siempre el mismo miedo, el miedo al cambio, al futuro a lo que tiene que ocurrir. ¿Cuántas vidas habrá en todas esas casas?, ¿qué estaré haciendo dentro de 15 años...?

Allí el miedo era tranquilo, pues me sentía en lo alto...muy arriba con la ciudad a mis pies, atrapado en aquel colegio y con un universo de posibilidades por delante. Ahora 15 años después me doy cuenta de que no he cambiado absolutamente nada. Sigo pensando lo mismo sobre el amor, las personas, la mentira, el miedo.... Sigo viéndome a mi mismo como a un niño asustado de 10 años que está continuamente esperando que le ataquen y le hagan daño, que espera sin parar que todo se vaya a la mierda. Pero que nunca se rinde, que siempre mira las estrellas buscando las respuestas que no ve en los ojos humanos.

La gente cambia mucho durante su vida...yo sigo estático, sólo cubriendo mis pensamientos y miedos de experiencias y aventuras. Sigo igual pero más asustado que nunca, por el hecho de que ese universo de posibilidades cambie a galaxia de posibilidades...luego a mundo de posibilidades y finalmente no me quede nada.

Me encantaría que todo el mundo pudiese leer mi mente y supieran a cada segundo que es lo que pienso y siento. A veces empatizo con esos vampiros inmortales que tras miles de años de vida...se sienten mal y quieren morir. Cada vez que miro atrás y veo todo lo que he hecho, todas las cosas, juegos, películas, series, personas, música, conocimientos... que constituyen el cemento y la chapa que recubre a ese niño de 10 años. Me asusto, pues temo olvidarme de algún detalle, temo que todo se me vaya a escapar entre los dedos.

Pero me tranquilizo a mi mismo, respiro y trato de sonreír... pues es un miedo estúpido e inevitable con el que todos debemos convivir. Tan sólo hay que hacer las cosas de la mejor forma posible, de manera que nunca tengas que arrepentirte de nada, o casi nada.



















Yo, con fiebre y lo más sonriente posible

2 comentarios:

  1. Sí, son miedos que todos compartimos en algún momento. Por cierto, con fiebre se escriben cosas curiosas. Una sonrisa muy bonita y limpia...

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  2. Es así, todos nos sentimos un poco niños perdidos, asomándonos ante el abismo, pero como bien dices... es inevitable.
    A mí me parece al contrario, que vas creciendo y las dudas se van haciendo más y más grandes, se expanden, lo que de pequeños era seguro, tu reducido espacio, tu gente, crece hasta el infinito, y se vuelve inabarcable.

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