La luna abandonó su pose agresiva, y miró al pequeño príncipe... este, asustado aún temblaba contemplando el cielo infinito entre sus pequeñas y blancas manos. La luna parecía arrepentida de sus actos pues ningún astro o cuerpo celeste debería asustar a un joven príncipe que apenas acaba de aprender a andar.
El sudor bajaba entre sus rizos mientras mientras las lagrimas lo hacían por sus enrojecidas mejillas, mientras el Astro satélite clavaba cada uno de sus cráteres en las acuosas pupilas del asustado príncipe.
-Ya ha terminado todo, no temas estúpido humano, no voy a dañarte. Dijo la Luna
La luna enorme en el cielo, insignificante en el universo, desde tiempos inmemoriales los seres vivos la han mirado, desde humanos invocando a la magia hasta mariposas nocturnas buscando el amor. La luna cual ironía bíblica proviene presumiblemente se un trozo de nuestro planeta, como una costilla que ahora flota en el cielo evocando amor y agitando los océanos.
Cada hombre y cada mujer, cada mariposa nocturna y cada búho, miran a la luna como si esta sólo les mirase a ellos. La luna mantiene una relación de amante, secreta con cualquiera que se atreva a mirarla, tiene ese poder... el poder de absorberte, hacerte sentir especial durante un rato... nada más lejos de la realidad pues probablemente en pocos kilómetros a la redonda haya cientos más haciendo lo mismo. Por eso siempre decían en el reino al joven príncipe que la luna es una puta con corazón, la luna es dueña de todos y nunca de nadie.
Pero cuando un humano inexperto que apenas levanta unos centímetros del suelo llama puta sin corazón a el gran satélite...no se puede sino esperar la aplicación de la tercera ley de Newton...
Nadie sabía sin embargo que el joven príncipe había escapado, que estaba solo y perdido, que no quería ser el Rey de ningún sitio...que él sólo quería ver las estrellas y que aquella luna se lo impedía.
El astro presumido y presuntuoso, no entendía aquello... ¡ Quién querría ver las estrellas pudiendo verme a mi ! Gritaba rasgando los vientos.
Y mientras el príncipe se tapaba los oídos decidió ser un chico astro y enamorarse de otro planeta, o de una estrella, decidió que tan sólo sería rey de si mismo, y que jamás se dejaría engañar por las brillantes lunas cubiertas de polvos blancos y tintes oscuros...
Y allí ignorando los gritos lunares, con los ojos rojos las mejillas mojadas y el pelo revuelto...miró al cielo y sonrió...
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