Hoy mientras caminaba por el centro de Sevilla, me he dado cuenta lo pronto que puedes olvidarte de lo bonita que es esta ciudad. La vida diaria aburrida y gris recorriendo el carril bici una y otra vez, día tras día hace que la experiencia sea algo más amarga.
Hay dos cosas que siempre me han gustado respecto al tiempo y las estructuras humanas. Lo antiguo y lo moderno junto. Por eso creo que me gusta tanto Japón y su facilidad para fundir el mundo más tecnológico con la milenaria esencia del Japón antiguo. Y por eso también supongo que me gusta tanto el ciberpunk
De todas formas, realmente algo no tiene que ser milenario para tener esa "esencia" que tanto me gusta, cualquier edificio que fuese esplendor y belleza en mi infancia y que hoy día sea un lugar abandonado, es capaz de captar esa esencia de la que hablo.
La calle Regina fue hace unos 50 años un importante punto económico y comercial de Sevilla. La entrada a la calle Feria estaba plagada de comercios de todo tipo, y los cosarios de todos los pueblos de la vega del Guadalquivir pasaban por allí para abastecer a sus poblados.
No llegué a vivir ese máximo económico y comercial de cosarios y tiendas desde Regina a la Macarena, pero si pude disfrutar del fin de aquella época durante mi infancia a finales de los 80 y principios de los 90.
Como decía hoy paseando decidí pararme frente a la Calle Regina y cerrar los ojos para permitir a mi mente abrir todos los diques de contención de recuerdos, todas las exclusas, puertas presurizadas y archivos ocultos.
Eran finales de los 80 y yo iba con mi madre, mi tita y mi abuela a la tienda de La Castellana. Allí vendían ropa, un mostrador exterior para el público y uno interior, quizás para mayoristas. Tras el mostrador interior un patio, luz azul del anochecer y altas estanterías, mostradores a los que no llegaba ni de puntillas. Espejos y probadores, hilo, botones y ropas llamativas. Ahora son los noventa, principios, no sabría decir qué año. Voy con mi madre y mi hermano a una tienda justo al lado, se llama creo recordar "Bogar" y se dedica únicamente a la venta de vaqueros, pegatinas de Levis por todas partes, techos de espejos y música noventera.
Son finales de los 90, y estoy con mi madre comprando comida en la plaza de abastos de la encarnación, puedo oler las aceitunas y la carne; y ver el sol entrando a través de las altas ventanas en el techo provisional, puedo escuchar aún el bullicio de la gente.
Son principios de los 2000 y voy con mis amigos hacía la plaza del Duque, los autobuses de Tussan aparcan en lo que hoy día son las Setas. Siguen siendo los 2000 voy hacía la alameda o hacía el Río, "a salir". Son mediados de los 2000 subo a la casa okupa, que ocupa el edificio donde antaño estuvo La Castellana, en la azotea se celebran fiestas bajo las estrellas, mi corazón andaba roto.
Son los años diez, ha comenzado la construcción de las Setas, y el mercado de abastos comienza a ser cerrado, ya no quedan tiendas apenas. Me dirijo al centro, a la cervecería internacional.
Es Hoy, la mayoría de las tiendas de zapatos, ropa y decoración de regina han sustituidas por comercios "alternativos" de arte y movimientos ecologistas, la plaza de abastos es un aparcamiento, la casa okupa está tapiada, Bogar es una tienda de Chinos y lo que fueron ruinas romanas, luego un mercado y posteriormente un parking de autobuses, es hoy día el monumento más moderno y famoso de Sevilla, Las Setas. Estoy aquí, bajo ellas…casi en el mismo punto que estuve desde hace más de 20 años, yo no soy el mismo la zona no es la misma pero yo la recuerdo como ella me recuerda a mí. La llevo en mi mente y la añoro, como a casi todo y lo malo es que ese "todo" cada día es más grande.